There's a man in the field with a candle in hand
And he walks all the hills and he talks to the land
But when you call out to him, he disappears
But I know he’s there still, the man in the field…

(Hay un hombre en el campo con una vela en la mano
Y él camina por todas las colinas y él habla con la tierra
Pero cuando lo llamas, desaparece
Pero sé que todavía está allí, el hombre en el campo...)

Viernes, ocho y media, plaza de la Catedral. Está lloviendo. La plaza está desierta; de vez en cuando se oyen los pasos de algún transeúnte resonando en la noche, pero el eco desaparece como un espejismo. Poco a poco, algunas sombras se deslizan sobre los adoquines y, bajo los restos de la muralla romana, se reúne un grupo de personas de todas las edades y procedencias.

Nueve golpes suenan en la oscuridad; esa gran dama, al fondo, parece velar por la noche y se oye el sonido de una guitarra un poco desafinada. Los músicos se acercan, se forma el semicírculo y comienza el espectáculo.

Somos treinta, cuarenta, a veces hasta setenta coristas, un poco locos, ¿no? porque voluntarios, cantando cada viernes por la noche, aquí mismo. Y Willy nunca se perdió un concierto.

La música gospel es la banda sonora eufórica de la libertad recuperada. Es la música de la toma de conciencia de que mientras el aire llene mis pulmones, estoy vivo. Y la vida es un regalo. Así que levantamos los brazos, chasqueamos los dedos, miramos a la gente a los ojos. Y como el agua tiene memoria, mientras la voz lleva sus vibraciones a esas personas que paran a mirarnos, sonreímos. Hay cosas sencillas en la vida que tienen gran poder.

Willy llevaba una falda escocesa; era un metalero. Un hijo de Caín que, en su camino, había encontrado un papelito en la calle diciendo «¿Quieres cantar góspel?» y había seguido la corriente. Le habían dado un año de vida. Lo tenía en los pulmones. Pero no estaba dispuesto a rendirse y, como lo suyo era la batería, llegó con el puño en alto, las baquetas en la mano, listo para conquistar la ciudad.

Little Light (el nombre del coro) no es un grupo de góspel muy «tradicional». No es fácil de explicar, pero hacemos un poco todo al revés. Los solistas no son los más guapos, ni los más carismáticos, ni siquiera los que tienen la voz más potente, sino los que tienen cosas que decir. No tenemos partituras, ni siquiera las letras de las canciones durante los ensayos, pero aun así conseguimos cantar en inglés, francés, catalán, árabe, hebreo, xhosa, japonés, etc. No hay audiciones; no importa si en el colegio te hacían tocar el triángulo para no arruinar el espectáculo de Navidad. Lo único que importa es las ganas de estar presente.

Y aquel día, el día de la catedral, cuando llovía a cántaros y nadie creía realmente que el concierto se llevaría a cabo, tomó sus baquetas, su minibatería portátil, y dijo: «Para mí, simplemente… sentir la lluvia cayendo sobre mi rostro mientras canto, ya ha merecido la pena venir...». Las ganas de participar en la vida. Eso es lo único que importa.

Lo perdimos un 15 de agosto, meses después. Había logrado engañar al destino un poco más de lo previsto, y lo hemos acompañado en todas sus batallas, todas sus aventuras. Conciertos en iglesias, teatro, calle, misas, fiestas locales... Estaba en todo, y nosotros lo seguíamos, hasta dentro de su habitación del hospital. Cantábamos Oh happy day para animarlo.

Era un desconocido, se quedó un año. Los que empezaron en septiembre ni siquiera lo llegaron a conocer. Y a veces me pregunto cómo una persona cuyo apellido desconozco logró dejarnos una huella tan profunda en el corazón. Pero a veces, al pasar por la plaza de la Catedral por la noche, todavía oigo el viento impulsando las notas musicales; como un espejismo, un público, y allí, a la derecha, está él, sonriendo.

There's a man in the field and he’s lost in between
The moon and the sun, the dead and living
And if you listen close to the song of the wind
He's singin' with the hills, the man in the field…

Hay un hombre en el campo y está perdido en medio
De la luna y el sol, los muertos y los vivos
Y si escuchas de cerca el canto del viento
Está cantando con las colinas, el hombre en el campo…


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