#14 - Empezar de nuevo

Por un momento, realmente creí que lo que sentía era alivio. Parecía un nuevo comienzo, había motivos para estar orgullosa. (…)

 

Por un momento, realmente creí que lo que sentía era alivio.

Parecía un nuevo comienzo, había motivos para estar orgullosa.

Pero esta cosa que me come por dentro... No hay duda.

Estaba paralizada por el miedo.

Es normal, hay que estar un poco loco para renunciar a todo sin ninguna garantía.

¿Pero nunca te diste cuenta?

Las cosas importantes siempre se hallan al otro lado del miedo. —


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#5 - 29 Langthorne street

Sentada en el aeropuerto, decidí que no habría más Evas. Todas las versiones de mí que habían existido habían sido robadas, destruidas o corrompidas. Así que buscaba una nueva identidad. Tenía tiempo por delante y, como ya no existía, me parecía el momento ideal. (…)

 

He anhelado tanto irme
Lejos del siseo de la mentira desgastada
Y del incesante grito de los viejos terrores (…)

He anhelado irme, pero temo.
Alguna vida, aun intacta podría estallar
De la vieja mentira que arde en el suelo
Y crepitando en el aire dejarme a medias ciego. (…)
¹ 


Si es cierto que los ojos son el espejo del alma, entonces sé por qué siempre he tenido miedo de mirar a la gente a los ojos. La idea de que alguien pueda descubrir de qué está hecho mi ser interior me aterra. Hay oscuridad en mi vida.

Sentada en el aeropuerto, decidí que no habría más Evas. Todas las versiones de mí que habían existido habían sido robadas, destruidas o corrompidas. Así que buscaba una nueva identidad. Tenía tiempo por delante y, como ya no existía, me parecía el momento ideal.

Quería un nombre de hombre, eso me daría un estilo. Tendría que encontrar una historia que contar con ello, pero a eso ya estaba acostumbrada. Así que sería Dylan. ¿Por qué no? Sonaba bien para un fénix. Pero Dylan... ¿qué? Probaba con nombres british. ¿Dylan Thornton? ¿Dylan Smith?

¿Dylan... Thomas? Sí, sonaba elegante, me gustaba. Me imaginaba la portada de un libro con mi nombre encima, y solo yo lo sabría: Dylan Thomas, era yo. Cogí mi teléfono. Estábamos a punto de embarcar, pero rápidamente quise comprobarlo: ¿Ya existían muchos «Dylan Thomas» ? Busqué en Google. De repente, me puse pálida.

No solo el nombre «Dylan Thomas» ya estaba escogido, sino que además era escritor también. Un poeta. Galés. Y no cualquiera... Una figura del siglo XX. ¿Cómo era posible que NO lo supiera? Me sentí decepcionada.

Más tarde, en Londres, cuando conseguí hacerme amiga de una mujer sabía a la que le confesé mi verdadero nombre, me dijo: «Sabes, no es tan descabellado. Hay tribus que invitan a sus adolescentes, durante los ritos de paso a la edad adulta, a elegir un nuevo nombre para marcar una nueva etapa en sus vidas. Las monjas lo hacen; los artistas también. ¿Por qué no tú también?»

Tenía razón. Conservaré el nombre, entonces, aunque lo había copiado accidentalmente, porque me sentía conectada con él, con el "hijo de la ola" que pasaba las tardes en el pub leyendo y garabateando versos sin pensar demasiado.

Los tres años siguientes fueron años de formación. Había perdido todas mis raíces, era como una pluma flotando en un cielo en guerra, pero aprendí a dar un paso tras otro, a sobrevivir, y eso me forjó el carácter.

Dylan, poca gente sabe que existió. Solo una vez, quería hablar del tema. Del derecho a reinventarse. Dicen que marcharse no soluciona nada... Uno se lleva los problemas en la maleta. Sin embargo, sin eso, las cosas nunca habrían cambiado. Se subestima mucho el coraje necesario para escapar. Escapar de la muerte en vida… Durante tres años, pude vivir, crecer, afirmarme. Luego, cuando llega el momento, sí... hay que volver. Y confrontar.

La oscuridad es un camino, decía él. Y la luz un lugar.

(…)

Pero la oscuridad es un largo camino. ² 

Porque el real peligro, cuando huyes, es quedarte dormido. —


¹ : He anhelado tanto irme (Poema original: I have longed to move away), (el verdadero) Dylan Thomas.

² : Poema en su cumpleaños, (Poem on His Birthday), Dylan Thomas.


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#4 - El día después

El horror del acto es que lo había preparado todo. La mochila, lo imprescindible, el pasaporte. Unos días después me esperarían en el aeropuerto. En aquel momento decisivo, sólo había visto dos finales posibles a esta historia: escaparme o morir, y elegí ambos. Me fui matándole a ella, la Eva que todos (…)

 

1) LA SEPARACIÓN NECESARIA:

El deseo de desaparecer uno mismo o de ver desaparecer al otro es la señal máxima de un grito de ayuda que es vital escuchar. Detrás de este deseo (de “que pare”) está la llamada de la vida.” ¹

La llamada de la vida.                                — Génesis 19:17

Me pareció ver un rayo. Eran las 6:18h de la mañana, o algo así. De hecho, la última vez que miré el reloj eran las 6:14h, pero tardé bien cuatro minutos en ponerme los zapatos, abrir la puerta y salir pitando. 

El horror del acto es que lo había preparado todo. La mochila, lo imprescindible, el pasaporte. Unos días después me esperarían en el aeropuerto. En aquel momento decisivo, sólo había visto dos finales posibles a esta historia: escaparme o morir, y elegí ambos. Me fui matándole a ella, la Eva que todos conocíamos, y nací yo, sin nombre todavía, sin destino. El mismo pequeño fantasma que intentaba hacer creer al público que aquí estaba

En la calle, todo estaba oscuro aún. Pensaba en Lot. Sobresalté por algunos ruidos, pero me di cuenta de que era simplemente el panadero preparándose para abrir. Seguí mi camino, un poco más rápido. ¿Crees que todavía están durmiendo? ¿Pero con quién estás hablando? pensé. Un momento, el cielo se intensificó — un profundo azul marino. Entonces supe que no tardaría en amanecer. 

Elegí un banco en medio de la explanada, frente a las montañas, para mirar el cielo. Todavía quedaban algunas estrellas. Me pareció un lugar interesante para empezar a vivir. Un indigente, que vi venir desde lejos, se acercaba tambaleándose y tuve miedo de que viniera a hablar conmigo. Se acercó, se acercó, habló, pero consigo mismo, y siguió su camino. Suspiré. Así que volví a mi amanecer y a esta otra frase del Génesis: 

El sol salía sobre la tierra cuando Lot llegó a Zoar.” ²

Podría haber evitado decepcionarlos. Es cierto. Podría haber evitado romperlos el corazón, huyendo de casa así. Pero podría haber dado mi último aliento también, y eso nunca lo sabrán. Para ellos, seré simplemente la niña desaparecida. Si hubiera elegido la muerte, me habrían llorado. Pero como elegí la vida, les sobrarán tiempo para odiarme ahora. Está bien. Hay que tomar el tiempo para hacer estas cosas. Es importante.

Pero luego tendréis que reconstruiros… Yo había decidido ver al sol salir. Una razón para vivir, entonces. Hasta volver a hacerme la pregunta... El azul estaba cambiando — ahora un hermoso cerúleo, volviéndose dorado. Yo esperaba mi turno.

A lo lejos, una mujer caminaba deprisa. Podía ver su silueta paseando de un lado a otro de la avenida. Desapareció de mi campo de visión y reapareció un momento después, frente a mí, agitada. Empezó a hablar y hablar ; yo la miraba, aturdida, como si estuviera hablando otro idioma. Me explicó que estaba buscando a su hijo. Que se había despertado sobre las 5h de la mañana y que él no estaba en su cama. “Tiene 15 años. Pelo castaño, camiseta blanca, más o menos de esta altura... No voy a castigarlo, ¿sabes? Sólo quiero encontrarlo.” Me dió pena, quería ayudarla.

El problema con esta mujer — y lo ignoraba, desde luego — era que me estaba enseñando cómo se sienten las madres cuando no encuentran a sus crías en la cama, donde deberían estar. Y de verdad que no era el momento. Sacudí la cabeza y susurré «lo siento». 

Era una escena extraña, porque no había esa atmósfera de soledad absoluta que acompaña a todos los grandes momentos de un personaje enfrentándose a su destino. Había dado el salto. Lo había dejado todo. Familia, hogar, comodidades, trabajo... No tenía adónde ir, y me dirigía allí con un par de viejos tejanos y un pasaporte pronto caducado. Para mí, era la aventura de mi vida. Para el panadero, la madre, el vagabundo, era una mañana como cualquier otra. 

Sólo había una persona en el mundo que podía entender la naturaleza excepcional de aquel día. Y lo último que hice con ella fue recoger cristales rotos. Esta idea me obsesiona. —  


¹ :  C. Eliacheff, N. Heinich, Mère-fille: une relation à trois, (2010), Ed. Albin Michel. 

² : Génesis, 19:23


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